euskaldunak
Como termino de mi último viaje a
Europa resolví recorrer el Sud de Francia y el Norte de España en ambas
vertientes del Pirineo.
Por admirables caminos que parecen
haber presentido el automóvil e invitan a la excursión vagabunda, cuidados y
regados como las sendas de un parque, bordados de plátanos, de encinas y de
olmos seculares cuyas copas se unen formando una bóveda de verdura: corrimos
veloces en un pequeño y admirable Fiat deteniéndonos de tiempo en tiempo en
puntos favorables para gozar del hermoso paisaje o en excelentes posadas para descansar
y reparar nuestras fuerzas. Siguiendo la falda de los Pirineos desde Bayona por
Pau hasta Lourdes el viaje fue un perpetuo encanto. Era a comienzos de Julio,
la primavera persistía, lluvias abundantes habían refrescado el ambiente, a
ambos lados se extendía la campiña ondulada y fértil cultivada con amor y con
arte, corrientes cristalinas descendían bulliciosas de la montaña, bosques
destacándose en una atmosfera luminosa hacían brillar todos los matices del
verde, jardines cuajados de flores, rosas y madreselvas trepaban los cercos y allá
en el fondo, cerrando el horizonte, la inmensa y azulada mole de los Pirineos.
De regreso a Biarritz pasamos a
España, cruzamos el Bidasoa con rumbo a San Sebastian y recorrimos parte de la
Nabarra, Gipuzkoa y Alaba de Pamplona a Victoria. El encanto persistía,
estábamos en plena montaña y la sensación era tan deliciosa y más viril. No hay
pedazo de tierra más hermoso en toda la que he recorrido que el país
basko-francés-español, y ese pedazo de España no le cede a ningún otro en
Europa, en belleza y cultura moderna. Es don de la naturaleza su belleza, pero
son obra del hombre sus campos cultivados con esmero, sus carreteras
admirables, algunas verdaderas obras de Varón, como la que costea el mar de San
Sebastian a Bilbao; y las innumerables chimeneas cuyos negros penachos no
alcanzan a empañar la diáfana claridad de la atmosfera, revelan un pueblo
industrioso.
Estudiando este pueblo original,
todo lo que se ve o se descubre desconcierta, pues destruye prejuicios y hasta
nociones que creíamos axiomáticas. Tenemos aquí el pueblo más antiguo de
Europa, que haciendo espalda en el mar y abroquelado en sus montañas ha
rechazado la invasión conquistadora o la penetración pacífica de todas las
tribus venidas del Oriente, del Norte o del Sud que han transformado las razas
tanto en España como en la Europa entera.
Un pequeño pueblo que así se aísla y se concentra dentro de si mismo
podrá conservar la pureza de su sangre, pero a través de tantos siglos debería
ya presentar signos de degeneración o debilitamiento, y nos encontramos por el
contrario, con la raza más viril y vigorosa de la tierra. Su lucha continua por
conservar su autonomía y sus fueros debería haberlo hecho huraño, retraído o
desconfiado, y nos encontramos con el pueblo más atrayente, generoso y
francamente hospitalario. En sentido inverso, nacido y criado en ese hermoso y
risueño pedazo de tierra rica y fértil, el basko debería estar apegado a su
suelo y ser de difícil desarraigo, y aparece sin embargo con una marcada
tendencia a la aventura y a la emigración. Esta tendencia nace de la unión de
un ánimo esforzado y decidido servido
por un cuerpo vigoroso y de la fecundidad de una raza sana que desborda los
estrechos límites de la tierra natal.
La influencia que han tenido los
Euskaros en la formación de la Sociedad Argentina no ha sido aún debidamente apreciada,
y cuando Basaldúa afirmaba que la alta sociedad porteña, por ejemplo, era
esencialmente Baska, sus lectores se sonrieron sospechando que Basaldúa más que
Basko era Gascón; y si embargo nada es más exacto ni nada más fácil de probar y explicar.
Paseándome con mi compañero por la
rambla que contornea el hermoso balneario de San Sebastián, veíamos sobre el arenal
de la playa, innumerables casillas de baño que llevaban pintado en grades
letras el nombre de sus dueños. Desde el primer momento esos nombres llamaron
nuestra atención y a medida que avanzábamos nuestra sorpresa crecía, y recién
entonces me apercibí que Basaldúa tenía razón. Los apellidos que veíamos
desfilar eran: Arana, Aguirre, Iturraspe, Irigiyen, Elortondo, Iraola,
Anchorena, Urquiza, Alzaga, Iriondo, Larrazabal, Unzué, Atucha, Elizald,
Elejalde, Ezeiza, Ezcurra, Gorostiaga, Casares, Uribelarrea, Azcuenaga, Udaondo, Acébal, Arteaga,
Artayeta, Olazabal, Iturriaga, Madariaga, Gerrico, Anasagasti, y muchos otros: si parecía hecho de propósito,
creíamos hallarnos en Mar del Plata, rodeados por toda la más distinguida
sociedad porteña.
Esta preponderancia de apellidos
Baskos en nuestra primera Sociedad tiene su fácil explicación etnológica.
En los primeros tiempos coloniales,
llegaron al Río de La plata españoles de todas las regiones de España, y entre
ellos forzosamente muchos Baskos y Nabarros a quienes tenía que seducir la
aventura de descubrir nuevas tierras y poblar el nuevo mundo; y fueron Baskos
los fundadores de Buenos Aires y Montevideo. Llegados aquí, mientras los
españoles se distribuían en la planta urbana y se dedicaban al comercio, a las
artes manuales o a la pequeña agricultura bajo el amparo de las fuerzas, los
Euskaldunak, los hombres de brazo fuerte, salían a la campaña y la poblaban,
luchaban con el desierto y con el indio gozando de todos los placeres de una
vida viril que cuadraba a sus gustos e inclinaciones. Se hicieron ganadores,
fueron adueñándose de la tierra, adquirieron grandes heredades y fundaron
familias que han persistido y mantenido su rango, formando la aristocracia
territorial porteña, porque eran los grandes propietarios y dueños de grandes
fortunas que dan en todas partes posición social.
Después de aquella inmigración Baska
de los tiempos coloniales, cuya descendencia sobrevive hoy en nuestra mejor
sociedad, hubo una segunda que se inició después de las guerras civiles en
España y a la que se agregaron los Euskaros franceses, y esta segunda
emigración reproduce y confirma la acción de la primera y va en camino de
perpetuar su influencia y marcar su honda huella en nuestra sociedad futura,
por los mismos medios y cualidades.
El basko es originariamente
agricultor pero ingénitamente independiente, pues sintiéndose capaz de vencer
su propio esfuerzo en la lucha de la vida le repugna toda dependencia, en lo
que responde a la tradición de su raza. Valiente y fuerte prefiere los trabajos
donde es necesario vigor físico, sin que lo arredre el peligro. Su honradez
nativa, su resistencia a la fatiga, su carácter franco y dispuesto, le
conquistan simpatías y preferencias, donde quiera que se presenta y si se
somete al trabajo jornalero para el que tiene tan poderosas aptitudes, es sólo
como primer esfuerzo para llegar a la acción independiente.
La influencia de la inmigración
Baska en el desarrollo industrial argentino y como consecuencia de su gran
prosperidad, ha quedado especialmente señalada en el desarrollo de la industria
ganadera e industrias conexas.
El vigor, la actividad y la energía
que los Baskos dedican a cualquier trabajo, hace casi imposible toda
competencia con ellos, y por esto se les ve monopolizar en breve tiempo
cualquier industria secundaria a que se dediquen. Fueron los iniciadores y
monopolizaron en un tiempo la industria de la leche, y el legendario lechero
Basko era un tipo nacional. Fueron los primeros mantequeros y queseros, los
primeros saladeristas y el primer frigorífico que ha ocasionado una
transformación tan fecunda y tan vasta en toda la industria ganadera, fue
debido a la iniciativa de un hijo de Basko, Sansinena, cuyo nombre queda
definitivamente vinculado a tan valiosa industria.
Hoy se les encuentra ocupando
posiciones distinguidas en nuestro mundo industrial y comercial y el apellido
Basko se distingue ya en las ciencias, las artes y las profesiones liberales.
El pueblo argentino pasa por un
momento crítico en su evolución étnica. Está en esa edad ingrata en que se agitan
anhelos de virilidad a los que no responde el organismo aún no formado. No
somos ya como nuestros antepasados, raza Española con todas sus grandes
cualidades que les permitieron vencer a la España misma y realizar hazañas de
Independencia, ni somos aún la raza argentina del porvenir con sus rasgos
propios y definitivos. Estamos en plena elaboración y hierve en el crisol
mezclado a la base colonial el enorme derrame de inmigración cosmopolita que
sólo cuando se cristalice en el molde argentino revelará sus cualidades y forma
definitiva.
Esperamos que la misma marcada
influencia que ha ejercido el vigor y la energía de Euskaro en nuestro progreso
material y desarrollo de nuestras industrias rurales, la ejerza también su
nativa altivez y espíritu independiente, su energía, su fuerza y honradez en la
formación del carácter nacional, para que la sociedad argentina del porvenir,
no revele ese abolengo sólo por los apellidos, sino y principalmente por las
sólidas cualidades de ese pueblo noble, simpático y fuerte.
CARLOS
PELLEGRINI.
El anterior artículo,
autoría del ex Presidente de la Nación, Dr. Carlos Pellegrini, apareció en el
año 1905 en el número especial que se editó en Buenos Aires en homenaje a la
Euskal Echea.
Centro
Basko - Zazpirak Bat
General
las Heras
Buenos
Aires - Argentina
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