Trascurre el último tercio del siglo XIX, muchos
vascos llegan a Argentina tras varios meses surcando el Océano Atlántico. Han dejado
atrás su madre patria, sus familias y amigos, sus costumbres cotidianas,
empujados a zarpar rumbo a América con anhelos de bienestar económico, forzados
por una situación socio-económica que les impide permanecer y alentados por
familiares y amigos que desde el otro lado del océano entusiasman su espíritu
con promesas de trabajo y prosperidad. Se van, pero para volver...
Arriban al Puerto de Buenos Aires
(principalmente) donde seguramente un conocido los espera, les brindara
alojamiento y algo de comer mientras se alistan para buscar empleo. Pero si
bien la ciudad portuaria es próspera, es pequeña para albergar a tantos viajeros.
Poco tarda en trascender que en un pueblo cercano hay posibilidades de
conseguir trabajo en el campo, como cuidador de rebaños ovinos, o como peón en
establecimientos ganaderos en constante expansión, así como también en
explotaciones lecheras. No pasa muchos días, solo los suficientes para
ubicarse, juntar el dinero suficiente y partir hacia el nuevo destino. Al
llegar, si no cuentan con algún contacto, seguramente algún coterráneo si, y si
aquel no tiene un puesto extra seguro conoce a alguien que requiere mano de
obra.
Albergue y comida que en un principio pagaran con
el trabajo es lo que necesitan de inmediato. Se trata de tareas rurales que
exigen esfuerzo, dedicación, sacrificio, constancia y por sobre todo tolerar la
soledad ya que lejos está la vida de campo de estos tiempos de la social
convivencia que ofrecen los núcleos urbanos, por incipientes que estos sean.
Más esto no atemoriza al vasco. su carácter, temperamento, resistencia física y
destreza para las labores rurales lo hacen especialmente apto para el puesto y
por sobre todas las cosas porque el vasco vino mentalizado en trabajar, si
hasta trajo sus herramientas consigo. Y cualquier empleo será bienvenido y
cualquier situación es mejor que la realidad de su Euskal Herria.
Así comienza el vasco con las faenas rurales a
las cuales está acostumbrado desde chico. Muchos son jovencitos que con poca
experiencia llevan en la sangre la cultura del trabajo. Y aunque la geografía
es diferente, las extensiones son superlativas y los rebaños y rodeos más
numerosos de lo que hubieran imaginado, se adaptan perfectamente, construyendo
con el pasar de los tiempos una imagen que despierta en cualquier patrón ansias
por contratar a un vasco, honrado y laborioso.
Parte de las ganancias sirven para saldar cuentas
contraídas hasta poder autoabastecerse, parte se destina al ahorro y otra
parte, el vasco la envía a sus familiares que esperan con ansias la ayuda
económica de padres, hermanos, hijos y amigos.
A la par de la vida solitaria de campo, el
gestante núcleo urbano va sufriendo cambios radicales, la llegada de cada vez
más extranjeros, de diferentes nacionalidades, la nueva estación de ferrocarril
y los primeros almacenes de Ramos Generales, y una vida social cada vez más
desarrollada.
Los primeros vascos en llegar, experimentados ya,
deciden unirse entre sí pero no son tantos y se requiere dinero para lo que
buscan, así junto a los italianos forman en 1874 la Sociedad de Extranjeros de
Socorros Mutuos que solo perduro por dos años.
Finalmente, con un número adecuado de vascos, los
ya establecidos se agrupan en sociedad con el fin de ayudar a los recién
llegados y entre si cada vez que uno lo necesitare. Forman así, la Asociación
Española de Socorros Mutuos, que a pesar de su nombre estaba integrada casi en
su totalidad por vascos. Esta institución funcionó hasta mediados del siglo XX
y fue un icono de la vida socio-cultural del pueblo.
Para aquel entonces ya había pasado una
generación de hijos de vascos, nacidos en el país, una nueva realidad social,
de sus familias, de sus anhelos y objetivos, la desaparición paulatina de
aquellos vascos que vinieron para volver y nunca se fueron (la mayoría), fueron
factores que ayudaron a disolver estas primeras instituciones vascas en los
pueblos del interior, salvo excepciones.
Para mediados de 1900 el pueblo se preparaba para
celebrar su centenario.
Corría el año 1964 y el
pueblo cumpliría los 100 años desde su fundación, el 24 de Octubre de 1864.
Con tal motivo se preveía
realizar un gran festejo por el centenario. En este sentido desde la
Intendencia se convocó a un representante de cada institución local, con el fin
de armar una Comisión Organizadora. Entre los integrantes de dicha comisión
figuraban los vascos Oscar Apaolaza, representando a la Cooperativa Láctea
“Denak Bat” y Raúl Ithurburu en representación del Rotary Club. En la primer
reunión se crearon subcomisiones que se encargarían de diferentes tareas. Por
ejemplo, el vasco Ithurburu, en aquellos momentos era asiduo patero de nuestro
pueblo y así fue que estuvo encargado de lo referente a deportes, organizando
una serie de competencias y torneos con todos los deportes practicados en aquel
entonces. Tanto Oscar Apaolaza como Raúl Ithurburu formaban parte de la
dirección de la Usina Láctea “Denak Bat”. Uno de esos días, charlando en la
fábrica sobre la fiesta, llegaron a la conclusión de que sería muy oportuno que
las principales colectividades de Las Heras tuvieran un fin de semana cada una
para exponer su cultura en un ámbito festivo. Entusiasmados, en la siguiente
reunión de la comisión organizadora plantearon su idea. A todos les pareció
excelente, quedando programado un día para cada una de las colectividades más
numerosas. El primer fin de semana los italianos, el segundo fin de semana los
españoles y el tercero le correspondía a los Vascos. La fecha no pudo ser
mejor, caía el Día de la Madre. Así, los vascos comenzaron a organizar su
fiesta. La primer idea que surgió, considerando la fecha, fue celebrar a la
madre. Para ello se buscó a la vasca más vieja de Las Heras, la que más hijos,
nietos y bisnietos había tenido.
Para que a la fiesta no le
faltara nada Oscar y Raúl visitaron el Instituto Euskal Etxea de Llavallol, donde las hermanas que los recibieron los
derivaron con el Padre Pedro, un vasco de Hondarribia
(Gipuzkoa) que trabajaba en el
colegio y era el encargado de los festivales. Enseguida organizaron todo.
Finalmente llegó el día, el Euskal Etxea había traído un grupo de
baile, se escuchaba música tradicional y se ofrecían comidas típicas. Una
verdadera fiesta vasca. Ese día mientras caminaban junto al padre, este sugirió
que cómo podía ser que habiendo tantos vascos en Las Heras, siendo su actual
intendente un vasco (Elizondo), habiendo organizado semejante fiesta, no
hubiese un Centro Vasco. Y fue entonces que surgió el Zazpirak Bat de General Las Heras. En el centenario del pueblo.
El nombre, “Zazpirak Bat” significa Las Siete en Una
(Zazpi=Siete y Bat=Uno) haciendo referencia a los siete territorios históricos
o provincias vascas formando una sola Nación.
Para la inauguración se organizó
una gran comida en el Atlethic Sports Men Club, que en aquel entonces no
contaba con el salón, aprovechando para el evento el gran patio trasero.
Concurrieron todos los vascos de Las Heras y sus amigos. Y entre ellos estaban
los vascos (oriundos) Larralde y Arruche.
El CV funcionó durante unos
años, organizando una vez por año la cena de los vascos, celebrada para San
Ignacio (patrono de los vascos). Eran reuniones amenas y muy vascas, con bailes
y música típica en vivo. Pero con el tiempo todo se fue apagando hasta
desaparecer.
La segunda etapa del CV de
Las Heras es la actual. Que curiosamente nace para el Bicentenario de la
Patria, en 2010. Fue allí, durante los festejos, que los vascos nos reagrupamos
y todo comenzó a gestarse nuevamente. En este caso el mentor fue Luis Alberto
Echegaray. Experimentando un gran crecimiento en estos últimos cuatro años.
Por ello el pasado 25 de
octubre fue especial para los vascos de Las Heras, 150 años de historia del
partido y 50 años del nacimiento del Zazpirak Bat.
Como no podía ser de
otra manera, el Centro Basko participo del desfile de instituciones con una caravana
de autos antiguos.
Finalizado el acto oficial,
la Taberna Baska ubicada en la histórica esquina de Lozano y Villa Mayor abrió
sus puertas para ofrecer sus característicos Txistorra y Chorizo a la Sidra.
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